Anécdota de un Hincha
- El Diario Del Hincha
- 26 sept 2019
- 2 Min. de lectura
Este ultimo fin de semana se jugaba la jornada 8 por el torneo clausura de la "liga 1" del futbol Peruano y no sabia que iba a vivir una experiencia que se volvería mi nuevo vicio. Me desperté temprano y como loco alisté todas las cosas que necesitaba para ir al estadio, una amiga junto con su padre me habían ofrecido que fuéramos junto a la caravana que acompañaba al bus de nuestro equipo. Al llegar a su casa ya todo estaba preparado para salir, teníamos banderas, paraguas, nuestras camisetas, casacas e incluso una funda para el auto. Mientras nos dirigíamos al punto de encuentro, me imaginaba un poco de lo que iba a venir pero solo seria la punta del iceberg. Cuando llegamos vimos un montón de autos y personas a lo largo de la calle, todas reunidas conversando y escuchando música relacionada al club, fue ahí cuando empece a sentir esa conexión que con el pasar del tiempo la había perdido ligeramente. Bajamos del auto y todo era una fiesta, habían personas de todas las edades, podías ver desde familias enteras, hasta personas que fueron solas para ser parte de toda este carnaval que se armaba; una vez reunidos todos se formo un circulo, el encargado del este grupo empezó a dar una pequeña charla, de la cual me quedare con esto: "Nosotros somos una familia y como familia nos cuidamos los unos a los otros y estaremos en las buenas y las malas, así como los jugadores dan todo en la cancha, nosotros tenemos que demostrarle que la 12 también juega y que estaremos para ellos en todo momento". Ya con el nudo en la garganta después de la charla pasamos a cantar el himno del club, ahí con una combinación de sentimientos era inevitable no soltar una lagrima. Terminamos la ceremonia y todos se subieron a los autos, ya todos sabíamos las rutas que íbamos a seguir, lo unico que quedaba era sacar el cuerpo por la ventana con bandera en mano y que la fiesta empiece. Llegamos al hotel y se podía visualizar a los jugadores dentro del bus y listos para partir al estadio, nosotros empezamos a cantar con más fuerza y se prendieron los tubos de humo, así fue durante todo el camino. Una vez ya en el estadio se me erizó la piel mientras de fondo se escuchaban los cánticos de la tribuna principal, me sentía como la primera vez que mi padre me llevo a ese estadio, justo en ese momento fue que entendí que por el estadio, por los colores, por el escudo siempre estaré dispuesto a darlo todo, incluso hasta la vida.
Tal vez nuestro fútbol no sea el mejor a nivel competitivo, ni nos da muchas alegrías, pero cuando uno nace para ser hincha, no hay nada ni nadie que pueda cambiar eso.

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